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Ana Palacio
El Tiempo - 7 de mayo de 2023

Este puede ser el año en el que la Inteligencia Artificial (IA) transforme la vida cotidiana. Eso dijo Brad Smith, presidente y vicepresidente de Microsoft, en un evento sobre IA organizado por el Vaticano. Pero la declaración fue menos una predicción que un llamado a la acción. El evento, al que asistieron líderes de la industria y representantes de las tres religiones abrahámicas, buscó promover un enfoque ético y centrado en el ser humano para el desarrollo de la IA.

No hay duda de que esta está planteando un conjunto abrumador de desafíos operativos, éticos y normativos. Y abordarlos estará lejos de ser sencillo. Aunque el desarrollo de la IA se remonta a la década de 1950, los contornos de la tecnología y su probable impacto siguen siendo confusos.

Los avances recientes, desde el texto casi escalofriantemente humano producido por ChatGPT de OpenAI hasta las aplicaciones que pueden reducir años del proceso de descubrimiento de fármacos, arrojan luz sobre algunas dimensiones del inmenso potencial de la IA. Pero sigue siendo imposible predecir todas las formas en que la IA remodelará la vida humana y la civilización.

Esta incertidumbre no es nada nueva. Incluso después de reconocer el potencial transformador de una tecnología, la forma de la transformación tiende a sorprendernos. Las redes sociales, por ejemplo, se promocionaron inicialmente como una innovación que fortalecería la democracia, pero han hecho mucho más para desestabilizarla al facilitar la difusión de la desinformación. Es seguro asumir que la IA se explotará de manera similar.

Ni siquiera entendemos completamente cómo funciona la IA. Considere el llamado problema de la caja negra: con la mayoría de las herramientas basadas en IA, sabemos lo que entra y lo que sale, pero no lo que sucede en el medio. Si la IA toma decisiones (a veces irrevocables), esta opacidad plantea un grave riesgo, agravado por problemas como transmisión de sesgos implícitos a través del aprendizaje automático.

El mal uso de datos personales y la destrucción de puestos de trabajo son dos riesgos adicionales. Y según el exsecretario de Estado de EE. UU. Henry Kissinger, la tecnología de IA puede socavar la creatividad y la visión humanas a medida que la información llega a “abrumar” la sabiduría. A algunos les preocupa que la IA conduzca a la extinción humana.

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