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Oscar Morales Rodríguez
Efecto Cocuyo - 3 de mayo de 2023

Mucha preocupación sigue surgiendo en relación con los últimos avances de la inteligencia artificial, específicamente de la aplicación ChatGPT. Académicos de diferentes especialidades se agrupan en dos —o tres— bandos que advierten su continua inserción en la sociedad como «peligrosa» y «optimista» —«cautelosa» comentan otros—.

Para aquellos que advierten su peligro, básicamente argumentan que este aprendizaje automático que ofrece el ChatGPT pudiera derivar en la degradación del conocimiento; pérdida del razonamiento y desarrollo del lenguaje propio (es decir, anulación del pensamiento crítico); profundización de dilemas morales o derechamente una actuación en completa amoralidad; generación de información con bastante autonomía (en otras palabras, puede producir información por sí misma); o la creación de debates públicos con fines perjudiciales (por ejemplo, publicación de información falsa y parcializada de determinado gobierno).

En cuanto a los especialistas que señalan su optimismo, fundamentalmente se basan en la excelente herramienta de almacenamiento de información; buen instrumento para realizar actividades descriptivas y de procesos automatizados; próximamente podrá elaborar experimentos, interpretar datos o formular hipótesis complejas; ayuda ahorrar tiempo; y, finalmente, estiman que los riesgos de hoy pueden ser solucionables mañana con una debida regulación.

Mientras que los cautelosos simplemente comentan que estamos avanzando muy rápido y casi nadie (para no decir absolutamente nadie) entiende muy bien cómo resultará todo este experimento tecnológico y, en consecuencia, si definitivamente esto es una buena idea.

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